A las puertas de que sea presentado el presupuesto ordinario de la República para el año 2017, ya el Ministerio de Hacienda ha expresado que el nivel de endeudamiento del Gobierno aumentará en más de un 50% del Producto Interno Bruto (PIB) del país.

Este mítico 50% de endeudamiento público en relación con el PIB no debería excederse, según los gurúes económicos; sin embargo, las consecuencias las veremos en la práctica pues esa barrera ciertamente será rebasada para 2017. Con ese nivel de endeudamiento y con pocas posibilidades de que se apruebe una reforma fiscal, que realmente le asegure ingresos frescos al Estado es evidente que el déficit fiscal aumentará deteriorando las finanzas del Estado aún más de lo que ya están. El fenómeno del aumento en la deuda pública evidencia una patología nefasta pues ni este, ni los gobiernos anteriores, han logrado detener la espiral degradante donde el principal de la deuda aumenta y los ingresos del Estado se destinan a pagar intereses. No se ha logrado una disminución en la suma del pasivo total pues los vencimientos del principal se han honrado con nueva deuda, alargado el plazo de lo inevitable. Lamentablemente, es como el deudor irresponsable, que solo paga intereses de sus tarjetas y cuando se presenta el vencimiento del principal, recurre a deudas nuevas con condiciones aún más gravosas. Les pregunto a todos los costarricenses: ¿Quién de ustedes autorizó a los gobiernos (el actual y los anteriores) a endeudar el futuro de sus hijos? Esa es la realidad de Costa Rica hoy. Al ritmo de endeudamiento, no seremos nosotros los que cancelemos esta deuda, sino que la misma la heredaremos a nuestros hijos. Mañana, ciertamente, nos darán las gracias por haber empeñado su futuro. Pregunto además: ¿En que se invirtió esta deuda? ¿En obras públicas? El irrespeto a la Ley de la Administración Financiera de la República y Presupuestos Públicos ha sido reiterado a lo largo del tiempo, y ninguno de los costarricenses ha reclamado la responsabilidad de los funcionarios que han actuado en contra de la Ley. Hoy, de forma miope, el Ministerio de Hacienda se ha enfrascado en una estéril discusión en relación con el Proyecto de Ley para Mejorar la Lucha contra el Fraude Fiscal. Este proyecto, recién dictaminado por la Comisión de Hacendarios del Congreso, no traerá ingresos frescos al erario público. Eso es definitivo. Se perdió la oportunidad de discutir la reforma a la Ley del Impuesto General sobre las Ventas para transformarlo en un Impuesto sobre el Valor Agregado y la reforma a la Ley del Impuesto sobre la Renta, para introducir las mejoras que hace décadas son necesarias. A cambio, tendremos un registro de accionistas que promete ayudar a la recaudación pero que, en la práctica, sus efectos serán nulos. Sin incrementar la tarifa al 15%, se pudo aprobar sin mayor discusión la migración al Impuesto sobre el Valor Agregado pero, repito, la oportunidad se perdió. Todos queremos la aprobación de reformas fiscales oportunas que traigan salud a las finanzas públicas. El Gobierno tendrá, quizás a la larga, la aprobación final del Proyecto de Ley para Mejorar la Lucha contra el Fraude Fiscal, pero ese será un ejemplo de una victoria pírrica. Es aquí donde el ser humano, inteligente, aprende de la historia: el rey Pirro de Epiro comprometió enormemente sus ejércitos y los vio disminuidos gracias a sus malas decisiones militares. Logró, en su momento, una victoria pero a un alto precio. De allí el concepto de la victoria pírrica.

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